No quería que pasara una semana sin actualizar esto, aunque realmente no están siendo mis días más tranquilos no los mejores. ¿Lo positivo? que en las situaciones difíciles puedo analizar desde otro punto de vista realmente dónde estoy en mi camino de la diesclavitud (o la esclavitud a la que nos someten las dietas, como prefiráis) a la libertad. Comparar una crisis con la crisis anterior es otro termómetro que también me está aportando información muy útil, sobre todo respecto al tipo de alimentos que me apetecen cuando emocionalmente estoy mal, etc.
Una de las cosas que tenemos que vigilar aquellos que tenemos algún tipo de vínculo emocional con lo que comemos es que, en los momentos en los que bajamos la guardia es más probable que salgan esas viejas concepciones sobre lo que es "bueno", "malo", "lo que debería", "el ejercicio que tengo que hacer para quemar esto", etcétera. La realidad es que son pensamientos muy incrustados en mi mente y no espero que desaparezcan de un día para otro. Es una lástima, ahora que todo el mundo hace sus propósitos para el 2015 pretendiendo cambiar las cosas de 31 de diciembre a 1 de enero.
Entonces, ¿qué pasa cuando en un momento bajo nos sentamos y comemos más de lo que objetivamente sabemos que nos apetece o de lo que tenemos hambre? Confieso que me ha pasado:
El chocolate me mira
Lo miro
Nos miramos
Sé que no tengo un hambre aquello "necesito comer", pero me apetece.
Y sucede
¿Qué hago? Mi ego (esa vocecita tan animosa) está preparado para pegarme la bronca, porque es para lo que yo misma lo he entrenado. Sin embargo, soy consciente de que no me interesa lo que tiene que contarme porque, aunque lo hace para ayudarme, no me ayuda en absoluto.
¿Qué utilidad tienen los juicios corto-placistas?
Estamos acostumbrados a ello en la sociedad: lo queremos todo para ayer porque nos ponen imágenes que nos sugieren que realmente podemos hacerlo. Es fácil por lo tanto maximizar los efectos de una comida o de un día aisladamente, dejarnos llevar en exceso por lo que nos pasa en un día determinado... es por eso queremos mantener el control en lugar de enfrentarnos a esos pensamientos descabellados. Que me planteara escuchar a mi ego (ojo, he dicho escuchar, que no hacer caso) respecto a la batallita del chocolate tendría sentido si llevo diez días comiendo chocolate a esa misma hora porque no he sido capaz de cambiar lo que sea en mi vida que no está funcionando. Entonces quizás sí que tendría sentido que me dijera algo así como "lo que tu ego te dice es una chorrada, pero sí es cierto que sentarte aquí cada día a comer chocolate no va a solucionar la causa por la que estás comiendo chocolate".
¡¡Habla con el chocolate y pregúntale qué quiere decirte!!
Claro está que hay un segundo prototipo, un momento por el que se pasa sobre todo cuando se lleva mucho tiempo saltando de dieta a dieta o cuando se acaba de salir de la idea de hacer dietas y se está experimentando con lo de reconocer las señales de hambre y saciedad del cuerpo.
El patrón lo muestra un mail que recibí hace poco:
"Entonces pienso que si no pasa nada, puedo comer. Lo cierto es ¿necesito comer? quizás no, pero ya he dado el día por perdido y me apetece algo que sepa bien, porque ya he pasado demasiada hambre."
¿Qué sucede aquí? Pues que hay una vinculación autoestima-hambre, algo que podría bautizarse como "valgo lo que como". Mentira. Vales comas lo que comas: tu valor y las calorías que ingieres no son inversamente proporcionales. Además, éste vínculo que algunos establecen lleva al absurdo de que cuando comemos baja nuestra autoestima y, como nos sentimos mal, queremos comer más
La próxima vez que estés en una situación de no-sé-qué-hacer, el mejor consejo que puedo darte es RESPIRA.