Al cabo de unos días se le ocurrió que quizás no tenía que privase de “comida”, sino de “alimentación”. Se resistió durante dos días a cargar su batería. Y notó –por fin- cambios: le costaba moverse, se sentía débil... pero no había perdido peso.
¿Por qué el robot no perdió peso? Porque intentó cambiar su comportamiento, sus acciones, pero no pensó en por qué hacía lo que hacía. Usó la lógica de “si a otro le funciona, a mí también”. Es uno de esos momentos en los que mi madre diría “¿y si el otro se tira por la ventana?
¿y qué tiene eso que ver con nosotros?