Obviamente, daba por hecho de que el binomio dieta+ejercicio era la única fórmula para estar delgado.
Luego llega uno de esos momentos "a-há". En mi caso, estaba con una amiga (un palo andante) y decidió comprarse un kit-kat (de los grandes) para desayunar. Aquel día, como cualquier otro, yo estaba muerta de hambre, así que os aseguro que si hubiera quedado una sola miga de aquello los ojos se me hubieran ido. Pero no, no quedó ni un cachín de chocolate.
Mi rabia era enorme. ¿Por qué no yo? ¿Por qué yo estaba condenada a barritas de corcholate (perdón, chocolate con sabor a corcho y viceversa).