Títulos académicos, dietas… la gran mayoría de cosas que me he propuesto en la vida las he conseguido de forma –relativamente- fácil. La disciplina y eso a lo que llaman algunos “fuerza de voluntad” siempre han sido dos de mis características más definitorias (y soy consciente de que he dicho características y no virtudes).
No quiero extenderme mucho hoy, sólo quiero contar una dura realidad que me lastra últimamente: no sé conducir. Lo intento, le pongo la mejor voluntad cuando voy a las clases prácticas… pero sigo sin saber cómo hacerlo. Entonces me bloqueo mentalmente, siento que no soy lo suficientemente buena y esa voz interna que a veces duerme y a veces me da la lata se aprovecha para soltarme el discurso de “tú no vales”, “no eres buena”… ¡¡que se calle ya!!
¿Te identificas? No lo digo respecto a este ejemplo concreto, pero igual te has sentido así cuando has perdido una oportunidad laboral, te has equivocado con alguien o te has saltado un día la dieta.
Déjame decirte algo que me digo a mí misma: pensar que por un momento concreto de una faceta concreta de mi vida toda mi existencia queda impregnada de ese error lo único que hace es sobredimensionar la situación. Relativizar no es fácil, pero lo que se queda en nuestra vida es aquello que ocupa nuestros pensamientos, aquello a lo que prestamos atención.
Quiero algo más que dejar proyectos a medias por el miedo a no terminarlos... ¡y sé que tú también!