Una dieta muy estricta intenta acostumbrar al cuerpo a algo contrario a su naturaleza, a algo que no ha nacido para mantener. Tu cuerpo no se merece eso, y tú tampoco. Sobre todo porque no es lo que te hará adelgazar definitivamente.
En la sociedad en la que vivimos, los resultados inmediatos están sobrevalorados.
Aprendí la importancia de comer despacio.
Muchas veces, cuando tengo mucha comida en el plato, como con los ojos, viendo que me queda mucho. Después, cuando quiero disfrutar de la comida, ya me quedan dos o tres mordiscos.
No obstante, cuando la comida escasea, tengo un incentivo para comer despacio desde el primer bocado. Tengo hambre y sé que al cabo de poco lo tendré. Y por ello me detengo despacio, corto trozos pequeños y los mastico lentamente. Tomo pausas. Se trata de hacer consciente a un cuerpo hambriento de que está con ello.
Es lo único que aprendí que he trasladado a mi vida diaria. Los primeros bocados siempre son los que saben mejor, no los últimos. Y tú quizás no necesites pasar hambre para disfrutar de la comida.
Mi reto de hoy, que como sabes puedes hacer conmigo, es comer despacio. Comer sin juzgar, siendo consciente de que la comida sabe fantásticamente bien y que ayuda al cuerpo a seguir funcionando. ¿Qué sientes cuando comes despacio? ¿empieza a vagar la mente? ¿te aburre? ¿ Te cuesta? (a mí mucho, sobre todo cuando llego en modo me-comería-hasta-la-mesa).
¡Que paséis un muy buen día y tengáis un feliz fin de semana!